La más elevada, así como la más baja forma de crítica es una forma de autobiografía. OSCAR WILDE


RICHARD SERRA


El hombre severo 
 

Richar Serra es un pliegue de la historia del arte, una diablura estética desde hace ya muchas décadas. Sus estructuras son diagramas que sirven de refugio ante un mundo ausente. Serra comenzó imitando nidos de animales, colgándose en cuerdas, haciendo fotos, realizando videos. Tiraba cosas y las cogía. La materia era su obsesión. De pequeño, caminaba por los puertos y tocaba el casco de los barcos y olía el óxido y sentía el hierro entrar en su cuerpo. Luego vinieron los dibujos, los diseños, las placas de hierro, las barras, las esquinas, la separación de su mujer y el comienzo de su visión. Todas sus obras, a partir de un momento, simbolizan el templo de otro mundo, una creencia dispersa y ondulante por la que caminar. La monumentalidad, la gravedad y el peso fueron sus únicos objetivos. Gobernar el espacio en forma de duda, su logro. Nadie ha conseguido salir de sus juegos, nadie ha entendido por qué instalaba monolitos en medios del desierto. Su museo era el mundo, sus piezas, una forma de conocimiento. Las espirales se le quedaron pequeñas, los torbellinos se convirtieron en planicies, ¿tal vez todo eran barcos surcando viajes imposibles?
Todo se apoya en todo, todo está a punto de caerse. Existe un otro, un doble que vibra igual que tú. Los neones encienden el equilibrio y las fortalezas de hierro se hacen de grafito. Las cabezadas de luz, las vigas negras, el rincón de metal, los planos gemelos. Sus invenciones eran fantásticas. Un escultor de ciencia ficción. Círculos, paralelogramos, cráteres, rotaciones y volúmenes constituían sus ejércitos de magia negra. Su mirada era seria, su gesto severo. Parecía un orador romano. No hablaba con palabras, era sordomudo, o sea, escultor. Su misterio queda plegado en los museos y en el mundo; sueños de otra escala, poemas de amor para un futuro donde se aprenda a leer en las grietas, en los amasijos. Un rétor de lo fundible, de la doblez, un gramatólogo de lo resistente, cuando lo duro está hecho de la materia de los sueños.