La más elevada, así como la más baja forma de crítica es una forma de autobiografía. OSCAR WILDE

VAGABUNDO AZUL








VAGABUNDO 
AZUL





¿Qué haremos a partir de ahora?
azul, azul, azul


Trasladarse de un lugar a otro es despegar, alejándose sin tocar el suelo, oscilar entre un origen físico y un segundo -o un tercero- muy distinto, donde la forma de conocer torna en una estructura diferente y donde la sucesión lineal cesa, para significar una sola cosa que representa tu propio movimiento en el espacio. El desplazamiento de la materia es uno de los misterios de la realidad, uno de los signos ocultos que persiguió el hombre desde la era estoica, donde el lenguaje aún era ternario. 
La consecuencia histórica y social ha llevado al hombre, no sólo a una estabilización de los conceptos y del lenguaje, sino a un estatismo vital que resume la vida en la tierra a un encierro voluntario y pasivo; debemos dar la vuelta al cerebro, debemos sorber la materia gris y escupirla al aire a 200 Km por hora. El cuerpo está pensado -si algo puede ser pensado en su principio- para ser libre y marchar hacia donde pueda serlo, y para eso se ha  compuesto de manos y pies, con los que se puede galopar de aquí a Siberia como un auténtico leopardo; si no lo hacemos es porque no creemos en poder hacerlo. El lenguaje nos estructura el tipo de decisiones que tomamos cada día. Si no dejamos libre a ese lenguaje, quedará estático y obsoleto, obligándonos a pensar en términos como dificultad, imposibilidad, limites, sufrimiento. Por esta razón, el hombre debe volver a aprender el significado atribuido a las cosas para que se despierte en él ese instinto perdido que tiene que ver tanto con el horizonte y el más allá. Dejar a un lado las necesidades impuestas y proponerse partir hacia un destino lejano, es todo lo que el hombre ha hecho desde sus orígenes: buscar un lugar que no existe, que sólo se imagina. El cambio, la novedad del nuevo paso, del nuevo paisaje, de la otra imagen, es tan importante para destruir la imposición mental que se ha generado mediante el lenguaje simbólico y representativo, y es tan connatural al espíritu del hombre - que se ha querido reducir a algo meramente esotérico- que aunque sea mediante un color, debemos intentar retomarlo.

Yo entiendo ese élan vital como el color azul y las formas que éste conlleva en su naturaleza abstracta y diletante. Defino al azul como un paseo o una carrera, como a una experiencia viva en el infinito donde las cosas ocurren y desaparecen. El azul, en mis manos, es una visión profética del hoy y del Nunca Jamás, es un ring de force donde se libra la eterna lucha del misterio, una adivinación en forma de árbol, un rostro nacido en la tempestad, un cerrar los ojos, una carretera, un bosque, un pájaro... un organismo que evoluciona en sus trazos de una manera orgánica, emparentada a las estructuras seriales de Fibonacci, obsesionado con las ramas de los árboles.

Finalmente, un árbol azul que reluce dentro de mi mente y que guía el espíritu más allá del conocimiento.