La más elevada, así como la más baja forma de crítica es una forma de autobiografía. OSCAR WILDE

VIVA CARL




¡VIVA CARL!




Le he visto escribir una historia secreta sobre Muybridge, galopando sobre su idea del movimiento. Aparentemente, sus sueños se repiten, pero imperceptiblemente generan un eco que lleva al silencio. Él sabe que lo inmóvil es lo inmortal, que el orden es una venganza contra la naturaleza. Muybridge, en la historia escondida en cubículos, perseguía a un hombre que iba a matar a su mujer. En cada artista hay un asesino un potencia, una tendencia criminal descontrolada. Carl André hablaba con una copa de vino en las manos, con su pinta de satanista irredento, aprovechándose de algún documentalista inmoral que creía estar grabando al mismo Aristóteles. Bajo sus palabras exactas, fuera de su mente geométrica, Carl era algo así más parecido a Sócrates de lo que su mujer imaginaba. Su novia, una cubana feminista que hacía performances horripilantes, cayó una noche por la ventana de su apartamento y hoy, aún nadie sabe la causa. Los vecinos confesaron a la policía que antes de la caída, habían oído a Carl hablar de Muybridge, de su historia, del hombre que se acercaba en taxi hacia su casa para matar a una mujer.