Raymond Depardon
New York, NY
(1986)
Depardon es uno de los grandes de lo real, pero en su viaje a NY realiza su obra maestra, un capricho inconsciente lleno de misterio y fantasmas por un tubo. El silencio, la voz apagada, los pasos, las luces, el movimiento teatral del movimiento... Al igual que Ulises, se vendó los ojos y se amarró al mástil de su cámara para salvar su película y dejar al cine hacer lo suyo, mientras él podía escuchar el canto de las sirenas, flotando como un ángel, por encima de la ciudad infernal por excelencia.